lunes, 23 de febrero de 2009

Entrevista a Ponte

Una muy interesante entrevista a Antonio José Ponte publica la revista Letras Libres. En ella habla de varios temas que se han tratado en este blog en numerosas ocasiones como los que cito a continuación.

Sobre el mito cubano de que los escritores cubanos al salir del país pierden su capacidad creativa:

[Dicho mito] parece considerar al genio del lugar, al genius loci, parece hablar de los peligros que trae el alejarse de las bondades del país natal, y lo que en verdad cuestiona es el dejar atrás un régimen político. Quienes sostienen esta hipótesis no estarían dispuestos, por ejemplo, a sospechar de la obra de Alejo Carpentier, que vivió lejos de Cuba pero fue burócrata en la legación cubana de París, nunca cortó su relación con el régimen castrista, y sirvió como diputado de la Asamblea Nacional. Y es que detrás de esa hipótesis se encuentra la siguiente ecuación: Fidel Castro igual a revolución, igual a Estado, a nación, a país, a patria.

Sobre el provincianismo cubano:
Si, como suele sostenerse, buena parte del interés por la literatura latinoamericana [en la época del boom] se debió a la simpatía internacional por el triunfo revolucionario cubano, ¿por qué ningún autor pudo beneficiarse de ese impulso dentro de Cuba?
La cuestión dirige nuestras sospechas hacia el mecenazgo estatal, que ofrecía a los escritores recursos con los que nunca habían contado, pero que les prestaba también una atención paralizante hasta entonces inédita. El proyecto humanista revolucionario fue, según pudo verse, un proyecto de vigilancia revolucionaria. Y las demasiadas atenciones conformaron una cultura provinciana, sin salida hacia lo exterior, enquistada.
Los escritores (como antes hicieran artistas plásticos y músicos) pudieron acceder al mercado editorial durante los años noventa. Ya para entonces, el sistema editorial del país, desprovisto de subvenciones soviéticas, se hallaba en crisis. Y también atravesaba una crisis el interés de las editoriales europeas por la literatura latinoamericana. El régimen cubano se había convertido en un caso sumamente curioso para los analistas (¿cómo puede sobrevivir, cuando el Muro de Berlín fue derrumbado?) y, de modo semejante, algunos agentes y editores debieron suponer que la literatura cubana era campo en barbecho, con magníficas condiciones para entrar en explotación.
Un puñado de editoriales descubrieron nombres cubanos, y éstos, a su vez, descubrieron las leyes del mercado editorial. Dijeron adiós al mecenazgo estatal, adiós al provincianismo que dictaban los comisarios, para acogerse (en la mayoría de los casos) a la descripción de ese provincianismo. No tanto como exorcismo necesario como por oportunidad bursátil. Cambiaron, pues, un provincianismo por otro.


Sobre Nuestra Señora de las Camisetas:
Ernesto Guevara, fundamentalista, debió sentirse desesperado ante lo que veía en Cuba. Se adaptaba de mala manera a la vida civil, debió añorar más órdenes de fusilamiento de las que prodigara. Al final, se marchó hacia otras guerras. Varios de sus biógrafos han conjeturado desacuerdos suyos con Fidel Castro, discusiones que se alargaron durante más de un día. Ocurridas o no, es más plausible calcular cuán inepto debió de ser Guevara para una vida que sobrepasara el grado de complicación de la guerrilla. Y, pese a los intentos póstumos por dotarlo de algún concepto valedero, un pensamiento tan simplón como el suyo forzosamente tenía que ser desmentido por las circunstancias.


Sobre el miedo en la literatura cubana:

Tan presente está en el miedo en la vida cultural que ha terminado siendo ingrediente principal en la comedia de enredos en la que últimamente participan creadores y censores dentro de Cuba. Los segundos reclaman a los primeros soltura. Les piden que aparten cualquier atisbo de autocensura que entorpezca el proceso creativo. No existe, según ellos, censura oficial, y sí mucha autocensura: los censurables han terminado por ser censores de sí mismos.
Para enredar aún más esta comedia de equívocos, puede acusarse a los censores de no estar realizando óptimamente su trabajo. A diferencia de los vigorosos comisarios que dominaron la cultura en los años setenta, los actuales comisarios se muestran flojos. Andan faltos de convicción. Parecen temer la llegada de un tiempo que venga a culparlos. Recurren, por ello, a eufemismos: de ningún modo aceptarían que tal o más cual texto dejado a sus cuidados sufre censura. Sencillamente, su publicación fue postergada... Y si no se publica a ciertos autores es debido a la poca calidad literaria de sus obras, nunca a lo insidiosas que puedan resultar sus ideas.
No deja de ejercerse censura, pero está no hace llamados ya a ideología alguna. Se ha llegado a un punto en el cual no sólo los creadores practican la automutilación, sino que también los comisarios parecen censurarse a sí mismos. Castigan disculpándose, tachan desganadamente. Si el temor estuvo reservado antes exclusivamente para los creadores, ahora participan de él los propios esbirros. El miedo circula en la vida cultural cubana como el gas de la risa. Igual que el óxido de nitrógeno, es incoloro, ligeramente tóxico, dulce. Produce alucinaciones y, en ciertos casos, lleva a la pérdida de la memoria.
(…) Existe (y ha sido muy cultivada entre los escritores cubanos) la opción de proceder como si los caprichos palaciegos no contaran para la literatura. Como si no contaran los secretos del alto poder y la política manifiesta. Se trata, creo, de una opción tan fallida como la de hacer maletas, en plena separación, con toda la atención puesta en sortear el cuerpo de quien espera a que cerremos el equipaje y la puerta. Para luego descubrir, abiertas las maletas en otra habitación, cuántas cosas olvidamos cargar y cuántas robamos equivocadamente. Ah, si no hubiésemos estado tan pendientes de no tropezar con…


Pero la entrevista toca muchos más temas, tan o más interesantes que estos. Les recomiendo que la lean completa aquí.

1 comentario:

Joaquin Estrada-Montalvan dijo...

siempre habia leido , desde que sali de Cuba, que la literatura de verdad se hacia aca fuera ... parece que al menos en eso coinciden los "escritores" en el tema del geocentro, digo yo ...

saludos