lunes, 4 de mayo de 2009

Cuerpo a cuerpo con la libertad

Hoy sale en Cubaencuentro una entrevista a Boris Larramendi sobre su nuevo disco “Libre”. También aparece una reseña mía que les copio abajo. Sobre el disco el viejo Fumero hace una observación sobre “lo curioso que me resulta la cercanía de estética y sensibilidad entre gente que ha vivido durante tantos años en lugares tan distantes” que subscribo totalmente. Discos como el de Boris son uno de los mejores modos de compartir esa experiencia.

Boris: Cuerpo a cuerpo con la libertad

Por Enrique Del Risco


Escucho en estos días el disco “Libre” de Boris Larramendi no sin cierto asombro. Un asombro doble si tengo en cuenta que llevo veinte años escuchando la música de Boris, tiempo suficiente como para descartar el factor sorpresa. Cuando se conoce tan bien una obra se tiende a buscar en ella la comodidad que se encuentra en compañía de viejos compinches, no los sobresaltos de lo desconocido. Tratándose de Boris no debí hacerme ilusiones. Y es que hay cierta lógica que Boris en un disco que había decidido titular “Libre” evitara las redundancias que conlleva esa palabra.
En “Libre” Boris se entrega a una escrupulosa redefinición de sí mismo. No se trata de renunciar a las que han sido sus señas de identidad tanto dentro de Habana Abierta como en solitario: un desparpajo furioso y gozador y la avidez con que se aproxima a todos los géneros musicales que le son afines, desde el rock hasta el feeling; letras divertidas y profundas con paradojas imprevistas y reveladoras; su capacidad para juntar lo social y lo íntimo en la misma canción, la misma línea, en un solo grito. Las sorpresas de este disco en el orden musical pueden intuirse en la calidad de las colaboraciones que incluye: desde la portada minimalista del pintor Carlos Quintana hasta el acompañamiento de sus ex colegas de Habana Abierta (Luis Barbería, Alejandro Gutiérrez y Kelvis Ochoa) en los coros o del piano redentor de Roberto Carcassés; desde la batería del solicitadísimo y versátil Horacio el Negro Hernández (quien también funge como co-productor del disco) hasta las congas de Richie Flores, alguien que tiene en su haber colaboraciones con Eddie Palmieri, Cachao, Jack Bruce, Dave Valentin y buena parte de los proyectos de jazz latino más interesantes en las últimas tres décadas. No es asombro menor que en el disco de un cantautor (¿?) la percusión -con un pie en el rock y el otro en los ritmos afrocubanos- sea uno de sus puntos más sólidos. A juzgar por los créditos se trata de una empresa doméstica y transnacional donde la esposa del músico Ivette Falcón pone el cello, la hija canta en los coros y los arreglos son completados con grabaciones hechas en Nueva Jersey, Lichtenstein, La Habana y Madrid. Pero más allá de los nombres y lugares implicados en este disco lo decisivo parece ser la visión de un músico que ha llegado a una envidiable madurez con la que darle sentido a tanto esfuerzo.
Luego de la impresión inicial uno vuelve a “Libre” porque es tan inevitable regresar a este disco como a ciertos amigos o vicios. Y en medio de su música trepidante descubre un riguroso ejercicio de introspección. Sin dramas ni melancolías porque es la confesión de quien ha vivido una vida veloz y plena y no viene precisamente a aguarnos la fiesta. Sí a destruir el viejo prejuicio de que la alegría está reñida con la inteligencia. Donde Silvio Rodríguez advertía sobre los “tantos motivos para no reírse como hay” Boris prefiere cantar “Vamos a celebrar como si hubiera motivo” para luego advertirle al oyente: “No pares de bailar ni aunque me ponga profundo”.
Este disco trae consigo una estética inspirada en una frase de Duke Ellington: “it don´t mean a thing if ain´t got the swing” (traduzco vagamente: “nada significa nada si no tiene suín”. Y una ética. La de ser estrictamente fiel al ritmo profundo de su autor, a sus hallazgos más íntimos. Y puede llamarse “Libre” sin sonrojos porque el músico vive no sólo la libertad que proveen ciertas constituciones. Esa, la de afuera es sólo el primer paso y lo da sin timidez: “a Ti [con mayúsculas de Big Brother o el Mal] ya no te vuelvo yo a pedir permiso/ a Ti ya no te vuelvo yo a decir que sí/ por mí puedes meterte to’ Tu paraíso/ donde mejor Te quepa/ si Te hace feliz” (“Libre”).
Pero Boris no se conforma con tan poco. También ha conseguido liberarse del barullo externo que acompaña cada existencia para concentrarse en las tres o cuatro verdades que le ha costado toda una vida descubrir. Puede decir por ejemplo que “La verdad de vivir/ es que nunca te enteras de nada”. O después de probar “la aspirina y las setas” y “la yerba la nieve el alcohol, el comunismo, la otra careta” darse cuenta de que “tu meneíto me sabe mejor” (“Meneíto”). O advertir con tono bíblico y lógica comercial: “comprarás con dolor/ cada instante feliz/ la tristeza ya te la regalan” (“Ridícula emoción”). Este disco, ya lo he dicho, es un acto de madurez. La madurez que le permite afrontar la terrible sencillez de la vida sin muchos aspavientos. Sin virar la cara. “Y ahora mira el miedo de frente/ imagínate que no hay Dios/ cada instante acerca la muerte/ ¿Para qué estás vivo?” (“Aferrado a ti”). La madurez de quien ha aprendido a vivir con esas dudas.
Boris tampoco parece temerle a cuestiones sensibles a todo emigrado. “¿Fue mala idea abandonar lo inolvidable?” se pregunta y admite con honestidad tranquila que no sabe: “hay quien prefiere repetir, yo preferí probar, hay quien prefiere resistir, yo preferí pirar” (“Calle de amores”). ¿De dónde saca fuerzas para permitirse el vértigo de la nostalgia? ¿Para decirle a un viejo amor “El socialismo mi amor/ qué bien te quedaba/ El grito del director/ qué bien te quedaba” (“Qué bien te quedaba”) y aclarar en otro sitio que “de nostalgia no se vive” (“Mirando nevar”)? Uno sospecha que su fuerza emana de la misma osadía con que ha hecho este disco. Su confianza es la de quien ha sabido asumir los rigores de la libertad y ha decidido aprender de cada error y de cada goce. Y de alguna manera sabemos que cuando repite su mantra -“Voy paseando con mi niña no me tiemblan las rodillas ni me duelen los dolores”- (“Calle de amores”) no quiere conmovernos sino mostrar su punto de equilibrio, su fuerza. La misma con la que puede decir “Ya en mi pecho amaneció, ya no me duele” (“Cuando cambie”) sin que parezca ridículo. Tanta es esa fuerza que Boris llega a darse el lujo -casi impensable en un músico cubano- de ser humilde. Y hasta ofrecer sus talentos en un pregón (“Calidad, Caridad”) para ironizar con las quejas más frecuentes del gremio de los músicos extramuros: “Que to’ mi público está en Cuba/ que aquí los medios no me ayudan/ que aquí no bailan con la clave”.
Si la honestidad fuera una mérito estético la de “Libre” bastaría para convertirlo en un gran disco. Pero Boris que parece saber que -en términos musicales- tal virtud es opcional asume a rajatabla el precepto de Ellington: el swing ante todo. Y de eso se trata también “Libre”. De olvidar cualquier convención que le estorbe en la búsqueda de una gracia que a otros suele resultarle tan elusiva. Y así consigue, canción tras canción, “ese swing que no cesa”.


Abajo “Mambo horizontal”, canción perteneciente a “Libre”:

2 comentarios:

raúlciro (moderado*) dijo...

Siento ser redundante y simple, pero nada, justo, honesto, … sincero:
Enhorabuena Familia. No imaginan la alegría que me da todo esto. No, no me refiero a lo que se "rompe", no; una ola es una ola y no soy buen surfer, se sabe. Hablo del esfuerzo gigante y premiado. Mis mejores y sanos deseos, los únicos.
Un abrazo.
...*alerta.

el fume dijo...

Eh! Lo de viejo es por los 40 que cumplí la semana pasada? Tú me quieres dar una crisis?

Volviendo a lo de las cercanías… ya le comentaba al Boris que el origen de ellas era evidentemente el pertenecer a una misma generación con experiencias e influencias communes durante la niñez y la adolescencia. Uno ha leído, oído o al menos intuído lo importante de esos años en formarnos en nuestros gustos y en quiénes somos como personas. De todas formas no deja de sorprenderme como al cabo de 15-20 años de experiencias e influencias tan disímiles tengamos todavía tantos puntos en común.