martes, 28 de noviembre de 2017

HISTORIA NACIONAL DEL MIEDO

Miguel Correa, miembro de la generación del Mariel y de la revista del mismo nombre y autor de libros magníficos como Al norte del infierno y Furia del discurso humano le dedica unas palabras a El compañero que me atiende, libro que recoge, junto a textos de otros 56 autores su desternillante y terrible "Una persona decente". 

HISTORIA NACIONAL DEL MIEDO

Por Miguel Correa

Bajo el sello de Editorial Hypermedia acaba de aparecer la colección de textos cubanos más representativos de la literatura cubana de la Revolución castrista, El compañero que me atiende.  Su editor, Enrique Del Risco, ha realizado un esfuerzo que  no se puede pasar por alto: casi todos los trabajos recogen el contexto de ansiedad y desesperación que rodeaba a los autores no oficialistas de la Cuba castrista. Para mí fue fácil presenciar la figura encorvada de esos escritores, en el silencio de la madrugada, frente a la página escrita o en blanco; muchos de ellos sin sospechar siquiera que escribirían textos heréticos que terminarían por  denunciarlos ante la ley y que se utilizarían en su contra como “pruebas” del delito.
En el estudio crítico o a forma de prólogo, Del Risco nos advierte que la sensación de terror en que la creación literaria se ha desarrollado en los últimos siglos (incluyendo el XIX, añadiría yo) no se limita exclusivamente a Cuba sino a todo sistema que viola los derechos humanos como lo es el comunista. Parodiando a José Lezama Lima, el poder siempre ha visto en los escritores a posibles detractores o a enemigos de esos sistemas, así lo fue tanto en la Europa del Este como en las dictaduras comunistas modernas. Ese ha sido el común denominador entre todas ellas.
El título de la colección parodia la frase de Padura que se utiliza como exergo al libro. Tener a un “compañero” que me atiende no es más que un eufemismo para encubrir la verdadera naturaleza de quien nos vigila y nos sigue los pasos: la Seguridad del Estado. Todos los autores incluidos en la colección están vivos para el otoño del 2017. De ahí que no aparezcan autores como Reinaldo Arenas, René Ariza o Heberto Padilla. La colección  sólo abarca la narrativa.
Dedicarse a la literatura en países sojuzgados por la opresión pudiera no entenderse a cabalidad. “No escribas más”, pudiéramos ser aconsejados. O de este otro modo: “Ese escrito tuyo te va a meter en un lío”. Pero el verdadero escritor sabe que tiene cosas que decir, cosas que ni la tenebrosa Seguridad del Estado podría persuadirlo de no hacerlo. Así funciona la mente de un escritor. No hay otra manera: después lidiaremos con el miedo.  Ante todo, el texto.

Disfrutemos pues de este libro antológico. Ahí están las voces de los que no pudieron conformarse con el silencio, de los que no pudieron callarse sin emitir un juicio  sobre su época, sobre su tiempo, sobre sus vidas,  al precio de su libertad o al precio de innombrables canalladas.

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